Hoy vamos a seguir hablando de las características de los cuentos maravillosos. Una de ellas es que generalmente tienen una moraleja o una enseñanza, porque el sentido de estos relatos es entretener y educar. En ellos siempre se recompensa el trabajo duro, la amabilidad y honestidad, mientras que los malos hábitos son duramente castigados. Teniendo esto en cuenta, leeremos una versión de la Cenicienta que no se parece mucho a la que estamos acostumbrados. Esta es la versión original.
"Había una vez una mujer, casada con un hombre muy rico, que enfermó, y, presintiendo iba a morir, llamó a su única hijita y le dijo: "Hija mía, sigue siendo siempre buena, y Dios no te abandonará. Yo cuidaré por ti desde el cielo, y me tendrás siempre a tu lado." Y, cerrando los ojos, murió. La muchacha plantó un árbol de avellanas sobre la tumba y todos los días lo regó con sus lágrimas. Allí comenzó a posarse un pajarito blanco y este le dijo que cuando quisiera algo sólo tenía que pedírselo, y se lo daría. Poco tiempo después su padre se volvió a casar. Su segunda esposa tenía dos hijas muy hermosas pero malvadas que comenzaron a maltratar a la niña.
"¿Esta estúpida tiene que estar en la sala con nosotras?" le decían. "Si quiere comer pan, que se lo gane. ¡Fuera, a la cocina!" Le quitaron sus hermosos vestidos, le pusieron una blusa vieja y la dejaron descalza. Pronto la hicieron trabajar todo el día. Se levantaba temprano, cocinaba, lavaba la ropa, limpiaba. A la noche la hacían dormir entre las cenizas de la chimenea. Y como por este motivo iba siempre llena de ceniza y suciedad, la llamaban Cenicienta. Al poco tiempo su padre murió y se quedó sola.
Sucedió entonces que el Rey organizó unas fiestas que duraron tres noches seguidas, y a las que fueron invitadas todas las mujeres hermosas del país para que el príncipe eligiese una esposa. Al enterarse las dos hermanastras que también ellas figuraban en la lista, se pusieron muy contentas. Llamaron a Cenicienta, y le dijeron: "Péinanos, cepíllanos bien los zapatos y abróchanos las hebillas; vamos a la fiesta de palacio." Cenicienta obedeció, aunque llorando, pues también ella hubiera querido ir al baile, y, así, rogó a su madrastra que se lo permitiese. "¿Tú, la Cenicienta, cubierta de polvo y porquería, pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido ni zapatos, ¿y quieres bailar? Serías una vergüenza."
Cuando la casa quedó sola Cenicienta se encaminó a la tumba de su madre, bajo el avellano, y suplicó:
"¡Arbolito, sacude tus ramas frondosas,
échame oro y plata y más cosas!"
Y he aquí que el pajarito blanco le echó un vestido bordado en plata y oro, y unas zapatitos con adornos de seda. Cenicienta se vistió rápidamente y corrió a palacio, donde su madrastra y hermanastras no la reconocieron. Ni por un momento se les ocurrió pensar en Cenicienta, porque creían que estaba en la cocina, sucia y trabajando . El príncipe salió a recibirla, y tomándola de la mano, bailó con ella. Y es el caso que no quiso bailar con ninguna otra ni la soltó de la mano, y cada vez que se acercaba otra muchacha a invitarlo, se negaba diciendo: "Ésta es mi pareja."
Al anochecer, Cenicienta quiso volver a su casa, y el príncipe le dijo: "Te acompañaré," deseoso de saber de dónde era la bella muchacha. Pero cuando estaban por llegar ella se escapó. Y cuando todos llegaron a casa, encontraron a Cenicienta entre la ceniza, cubierta con sus sucias ropas de siempre. Nadie sospechó nada.
Al día siguiente, a la hora de volver a empezar la fiesta, cuando los padres y las hermanastras se hubieron marchado, la muchacha se dirigió al avellano y le dijo:
"¡Arbolito, sacude tus ramas frondosas,
y échame oro y plata y, más cosas!"
El pajarito le envió un vestido mucho más hermoso que el anterior y unos zapatitos de plata y al presentarse ella en palacio tan increíblemente vestida, todos creyeron que se trataba de una princesa extranjera. El hijo del Rey, que la había estado esperando, la tomó de la mano y sólo bailó con ella. Al anochecer, cuando la muchacha quiso retirarse, el príncipe la siguió para ver a qué casa se dirigía; pero ella desapareció rápidamente.
El tercer día, en cuanto se hubieron marchado los demás, volvió Cenicienta a la tumba de su madre y suplicó al arbolito:
"¡Arbolito, sacude tus ramas frondosas,
y échame oro y plata y más cosas!"
Y el pájaro le echó un vestido brillante como jamás se viera otro en el mundo, con unos zapatitos de oro puro. Cuando se presentó a la fiesta, todos los concurrentes se quedaron boquiabiertos de admiración. El hijo del Rey bailó exclusivamente con ella, y a todas las que iban a solicitarlo les respondía: "Ésta es mi pareja."
Al anochecer se despidió Cenicienta. El hijo del Rey quiso acompañarla; pero ella se escapó con tanta rapidez, que su admirador no pudo darle alcance. Pero esta el príncipe tenía un plan. Mandó a cubrir la escalera del palacio con una sustancia pegajosa, y cuando Cenicienta trató de escapar perdió uno de los zapatitos de oro, que quedó pegado. Cenicienta escapó, pero el príncipe se quedó con el zapato. A la mañana siguiente comenzó a buscar entre las casas cercanas a donde había visto a Cenicienta la vez anterior y dijo: "Mi esposa será aquella cuyo pie se ajuste a este zapato." Cuando se enteraron de esto, las dos hermanastras decidieron probárselo, pues ambas querían ser la esposa del rey. La mayor fue a su cuarto para ponérselo acompañada de su madre. Pero no había modo de que le entrara el dedo gordo; y al ver que el zapatito era demasiado pequeño, la madre le dio un cuchillo, le dijo: "¡Córtate el dedo! Cuando seas reina, no tendrás necesidad de andar a pie." Lo hizo así la muchacha; forzó el pie en el zapato y, reprimiendo el dolor, se presentó al príncipe. Él la hizo montar en su caballo y se marchó con ella. Pero al pasar por delante de la tumba, dos palomitas que estaban posadas en el avellano gritaron:
"Sangre hay en el zapato.
El zapato no le va,
La novia verdadera en casa está."
Miró el príncipe el pie y vio que de él fluía sangre. Hizo dar media vuelta al caballo y devolvió la muchacha a su madre, diciendo que no era aquella la que buscaba, y que la otra hermana tenía que probarse el zapato. Subió ésta a su habitación y, aunque los dedos le entraron, en cambio no había manera de meter el talón. Le dijo la madre, alargándole un cuchillo: "Córtate un pedazo del talón. Cuando seas reina no tendrás necesidad de andar a pie." Cortóse la muchacha un trozo del talón, metió a la fuerza el pie en el zapato y, reprimiendo el dolor, se presentó al hijo del Rey. Montó éste en su caballo y se marchó con ella. Pero al pasar por delante del avellano, las dos palomitas posadas en una de sus ramas gritaron:
"Sangre hay en el zapato.
El zapato no le va,
La novia verdadera en casa está."
Miró el príncipe el pie de la muchacha y vio que la sangre manaba del zapato. Volvió y llevó a su casa a la falsa novia. "Tampoco es ésta la verdadera," dijo. "¿No tiene otra hija?" - "No," respondió la madrastra. Sólo queda una Cenicienta espantosa, pero es imposible que sea la novia." Mandó el príncipe que la llamasen; pero la madrastra replicó: "¡Oh, no! ¡Va demasiado sucia! No me atrevo a presentarla." Pero como el hijo del Rey insistiera, no hubo más remedio que llamar a Cenicienta. Lavóse ella primero las manos y la cara y, entrando en la habitación, saludó al príncipe con una reverencia, y él tendió el zapato de oro. Se sentó la muchacha en un escalón, se lo probó y le quedaba perfecto. Y cuando, al levantarse, el príncipe le miró el rostro, reconoció en el acto a la hermosa doncella que había bailado con él, y exclamó: "¡Ésta sí que es mi verdadera novia!" La madrastra y sus dos hijas palidecieron de rabia; pero el príncipe ayudó a Cenicienta a montar a caballo y marchó con ella. Y al pasar por delante del avellano, gritaron las dos palomitas blancas:
"No tiene sangre el zapato.
Y pequeño no le va;
Es la novia verdadera la que está."
Y, dicho esto, bajaron volando las dos palomitas y se posaron una en cada hombro de Cenicienta.
Al llegar el día de la boda, se presentaron las traidoras hermanas, deseosas de que que Cenicienta las perdonara y les compartiera sus nuevas riquezas. Pero al encaminarse el cortejo a la iglesia, yendo la mayor a la derecha de la novia y la menor a su izquierda, las palomas, con fuertes picotazos, les sacaron un ojo a cada una. Luego, al salir, yendo la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, las mismas aves les sacaron el otro ojo. Y de este modo quedaron castigadas por su maldad, condenadas a la ceguera para todos los días de su vida. Cenicienta, en cambio, fue feliz para siempre."
A continuación, respondemos las siguientes preguntas:
- Si escuchaste la versión más conocida de Cenicienta, comentá que diferencias hay entre una y otra.
- ¿Qué árbol planta Cenicienta, y dónde? ¿Cómo lo riega?
- En esta versión no hay un hada madrina. ¿Quién le entrega los regalos a Cenicienta? ¿Qué le da?
- Cenicienta tiene tres pares de zapatos. Explicá de que estaba hecho cada uno.
- ¿Qué hizo el Príncipe para que a Cenicienta se le saliera el zapatito?
- ¿Qué características de los cuentos maravillosos podemos encontrar en este relato? Mencioná como mínimo tres.
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